Conmemoran el 20 aniversario luctuoso de Carlos Olmos con el montaje de ‘El eclipse’

Caracola Producciones, compañía que recurre a técnicas titiriteras como teatro de sombras, objetos, miniaturas, papel y manipulación directa, lleva al escenario una versión de El eclipse, obra del dramaturgo Carlos Olmos (1947-2003) en la que se expone el entresijo de una familia mientras transcurre el fenómeno astronómico.

La puesta en escena, producida por Teatro UNAM, se estrena hoy en el Teatro Santa Catarina. Se escribió en 1990, pero la temática aún resulta vigente porque está relacionada con los secretos que los individuos guardan en una familia. El fenómeno natural que oscurece el día en la obra revela la naturaleza de los personajes, los deseos, los miedos, la frustración, los secretos. Es una propuesta muy interesante, dijo en entrevista con La Jornada Georgina Botello, directora escénica.

El montaje se realizó como un homenaje al dramaturgo mexicano con motivo de su 20 aniversario luctuoso, que se cumplió el año pasado. Es una de las obras más personales de Carlos Olmos, la cual se relacionaba con sus intereses a nivel temático y de anécdota, agregó.

Conocido por ser el creador de telenovelas que cautivaron al público mexicano, como Cuna de lobos, El extraño retorno de Diana Salazar y Sin pecado, Carlos Olmos presenta en El eclipse un drama familiar que se desarrolla en los años 90 en Tapachula, Chiapas, de donde era originario.

Por esta obra el dramaturgo se hizo acreedor al Premio Juan Ruiz de Alarcón 1990, Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1991 y Premio Chiapas de Literatura Rosario Castellanos 1991. Su propuesta destaca al imprimir en sus ficciones el contexto, voces, lugares y tradiciones chiapanecas, lo que planteaba un gran contraste con las dinámicas de la capital.

La historia gira en torno a tres generaciones de una familia que viven en la casa de la abuela a la orilla del mar; desde hace meses están de luto, no usan colores ni escuchan música ni saben adónde pertenecen. Tienen un huésped que no es exactamente quien dijo ser, una fe que no encuentra su lugar, un luto que se alarga y la constante búsqueda de sentido, todo esto a punto de entrar en crisis mientras la Luna se prepara para enfrentar al Sol.

“Somos una compañía que nos hemos dedicado al teatro de títeres y objetos para adultos. Aunque El eclipse no fue escrita para esta técnica, logramos encontrar varios momentos en los que podemos agregar esta parte de imagen multimedia, de títeres de papel y manipulación directa. Creo que generamos momentos oníricos que potencializan el discurso de la obra.

Es como el sello de la compañía, llevamos 10 años trabajando juntos y desde nuestra fundación esa ha sido nuestra exploración de técnica y justo uno de los objetivos es incluir este lenguaje en una obra que no fue hecha para ello. Al final es un homenaje al maestro Olmos. No es una versión, tampoco una reinterpretación, es un homenaje. En el montaje intentamos que las letras fueran cercanas al texto original; aunque sí hubo un recorte, intentamos mantener la esencia, explicó Georgina Botello.

La directora de escena añadió que hay dos visiones que contrastan en la obra, ya que está la idea de que el eclipse es un mal augurio y trae cosas terribles, pero por otro lado se considera que sólo es un fenómeno natural y se puede explicar. A lo largo del montaje vemos como estas dos aproximaciones a un mismo fenómeno se van encontrando y lo del mal presagio en cierto modo se cumple, pero no por el eclipse, sino porque los personajes lo van generando.

La compañía escenifica el eclipse a partir de un juego de sombras, de iluminación de objetos y también hay escenas con multimedia y títeres corporales. En escena exponemos el mundo interno de los personajes, escenificamos lo que ellos sienten o piensan a partir de este lenguaje que se presta a la magia.

El eclipse, de Carlos Olmos con adaptación de Jimena Eme Vázquez, se presenta hasta el 2 de marzo en el Teatro Santa Catarina (Jardín Santa Catarina 10, Coyoacán), con funciones los jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 horas y domingos a las 18 horas.

La Jornada