Adriana Del Valle
En un sinfín de pláticas, he escuchado decir que desde que los partidos políticos con distintas ideologías se unen para abanderar a un candidato en un proceso electoral, dejan de lado sus principios e ideologías.
Nuestro sistema político permite un sistema pluripartidista, para que la ciudadanía tenga una amplia gama de opciones de entre las cuales pueda elegir para renovar a sus representantes de los Poderes Ejecutivo y Legislativo.
Como sabemos los documentos básicos con los que cuenta un partido político son tres: 1) Estatutos, 2) Declaración de Principios y 3) Plan de acción; dentro de los cuales encontraremos la corriente ideológica de cada uno, así como los fines que estos persiguen, con lo que se infiere que, de llegar a gobernar, dichas ideologías serán inmersas en la forma de gobierno.
Hasta ahora no existe una garantía de un buen gobierno hacia la ciudadanía, que al momento de que rinde protesta la autoridad, ejerza sus funciones de forma adecuada, derecho que debiera plasmarse constitucionalmente y ser requisito indispensable por cumplirse y garantizarse a la sociedad, para acceder a un cargo de elección ya sea por mayoría relativa o por representación proporcional.
Es decir, los partidos políticos son los responsables de elegir figuras y candidatos que garanticen un buen gobierno, sino, solo se convierten en medios para acceder al poder, y se va diluyendo su institucionalidad cuando las figuras gubernamentales que emergen de estos realizan una mala labor, utilizan criterios erróneos para emitir o aprobar leyes que van en contra de los principios Constitucionales, pretenden imponer reglas contrarias a derecho, arbitrariamente aceptan adherirse a decisiones ajenas que van en contra de sus principios y de las exigencias ciudadanas, no entregan resultados favorables de las funciones que les compete realizar y por ende van perdiendo la confianza ciudadana que incluso se llega a traducir en hartazgo hacia los políticos y/o la política, llevando a la ciudadanía a anular su voto, y/o a manifestar su descontento en un abstencionismo que se mantiene a lo largo de las mediciones de participación ciudadana de los procesos electorales que va realizando el Instituto Nacional Electoral y que en el proceso electoral federal 2017-2018, llegó a un 36.9%1, es decir casi un 40% de abstencionismo.
Las constantes interferencias que tiene nuestra democracia actual y la crisis de representatividad han llevado a que partidos que antes eran oposición, hoy se encuentren en la necesidad de coaligarse para competir por escaños, lo que reduce para los ciudadanos las opciones de candidatos a elegir.
En la elección presidencial del 2018, compitieron tres coaliciones conformadas por tres partidos cada una y un partido de forma independiente, es decir, la ciudadanía tuvo 4 candidatos presidenciales, y del umbral establecido, tres partidos no lo alcanzaron y perdieron su registro, por lo que en este proceso electoral 2023-2024 cuentan con registro nacional 7 partidos, de los cuales, seis se dividen en dos coaliciones de tres partidos y solo uno compite de forma independiente, lo que se traduce en que el ciudadano ahora solo tiene la opción de elegir entre tres candidatos presidenciales de entre los 7 partidos políticos con registro nacional.
¿Y dónde quedaron las ideologías partidistas?
La ideología, decía Marx que es todo aquello que no es realidad, pero al mismo tiempo esa ideología, señalaba el autor, es el “sistema de legitimación de un orden de poder”2. Por lo que la ideología es un fin en sí mismo, es trazar un camino que en el actuar, que tenga como finalidad alcanzar esa ideología.
Pero, de qué sirve que existan los documentos previamente enunciados en los partidos políticos, si el actuar de algunos (sin generalizar) de quienes los conforman, al llegar a ser electos se quedan en el olvido por anteponer fines personales a los intereses colectivos. Pareciera que las ideologías están agonizando y que solo quedaron plasmadas en papel, pero aún no las demos por letra muerta, ya que depende de los dirigentes partidistas y de sus militantes y adherentes el hacer una adecuada elección de las personas que van a encabezar las candidaturas, que reflejen los principios de sus partidos no solo en las propuestas de campaña, sino que al obtener las constancias de mayoría, defiendan su ideología en la realización práctica a la par de dar resultados que coincidan con la corriente partidista a la que pertenecen.
Lo que sí es cierto, es que los representantes se deben a la sociedad, y no solo a su partido o a la pequeña parte del electorado que voto por ellos, sino a la sociedad en general, a su estado, a su país; y su actuar debe estar guiado por una axiología jurídica-política que los lleve a gobernar y a mantener un status quo que genere estabilidad social, evitando efervescencias políticas o fragmentación social.
1.- Véase páginas 13 y 14 del Estudio muestral sobre la participación ciudadana en las elecciones federales de 2018, del Instituto Nacional Electoral. https://centralelectoral.ine.mx/wp-content/uploads/2019/08/EMPC-2018.pdf
2.- Vázquez, Iñaki. IDEOLOGÍA Y UTOPÍA: UNA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA -DE MARX A RICHARD RORTY. Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, SOCIOTAM, vol. XXI, núm. 1, enero-junio, 2011, pág. 234 https://www.redalyc.org/pdf/654/65421407011.pdf