China reafirma su influencia en África con créditos multimillonarios

La visita a Pekín del primer ministro malasio, Mahathir Mohamed, a finales de este mes, no fue exactamente triunfal para China. A su regreso, el veterano político, de 93 años, canceló varios proyectos encuadrados dentro de la “Nueva Ruta de la Seda”, la ambiciosa red de infraestructuras y comunicaciones con la que China quiere conectarse con el resto del mundo y que es la prioridad absoluta de su política exterior. “Cuestan demasiado dinero, no podemos permitírnoslo”, comentó. Mahathir llegó incluso a pronunciar una frase tabú para Pekín: “una nueva forma de colonialismo”. Críticas similares sobre el nivel de endeudamiento que estos proyectos representan han surgido en otros países a lo largo de la Ruta, como en Sri Lanka, Pakistán o en el continente africano, donde China es el principal socio comercial.

En Sri Lanka, una compañía estatal china se hizo con el control del puerto de Hambantota para los próximos 99 años, entre negociaciones de Colombo con los acreedores chinos para pagar sus deudas. Pakistán ha recibido préstamos de 5.000 millones de dólares de China para evitar una crisis en su balanza de pagos, precipitada en buena parte por la fuerte inversión en maquinaria para continuar adelante con una de las joyas de la corona de la Ruta, el Corredor Económico China-Pakistán. El secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, ha advertido que si el FMI acaba rescatando a Islamabad y el nuevo Gobierno de Imran Khan, esos fondos no deben destinarse a pagar las deudas a los bancos chinos.

Países tan diversos como Montenegro, Mongolia o Kirguistán se encuentran también la lista de naciones con un nivel elevado de riesgo de deuda contraída en proyectos de infraestructura de la Ruta, según el Center for Global Development en Washington. El FMI instaba en julio, en su revisión anual de la economía china, a prestar “debida atención a la sostenibilidad de la deuda en los países socios”.

El temor entre los críticos es que la deuda pueda convertirse en un instrumento que debilite las soberanías nacionales y abra la puerta a la intervención política y comercial china. O incluso a una presencia militar. Un argumento que ha vuelto a repetirse ante la celebración este lunes y martes en la capital china del Foro de Cooperación África-China (FOCAC): esta cumbre trienal a la que acuden cerca de 40 jefes de Estado y de Gobierno presta habitualmente un marco para que Pekín anuncie nuevos préstamos e iniciativas de cooperación con un continente con el que ha cultivado cuidadosamente sus lazos. Bajo los ojos internacionales, el encuentro servirá de piedra de toque sobre la política de créditos de la segunda potencia mundial.

China es el principal socio comercial de África, con una balanza de 170.000 millones de dólares (146.000 millones de euros) anuales. Las inversiones de este país han permitido crear 900.000 puestos de trabajo en el continente, según el Ministerio de Comercio en Pekín, e infraestructuras muy necesarias, incluidas dentro de la Ruta o no.

África ha abrazado de buena gana los créditos chinos: ha recibido 136.000 millones de dólares en préstamos chinos, tanto soberanos como comerciales, según el proyecto estadounidense Iniciativa de Investigación China-África (CARI). Aunque este proyecto encuentra que la proporción de deuda en manos chinas es relativamente reducida en la mayoría de los países de la región, en tres casos —Zambia, Congo y Yibuti—, los créditos chinos contribuyen significativamente al riesgo. Yibuti, que acoge a la primera base militar china en el exterior, ha visto dispararse su deuda pública del 50% al 85% en solo dos años.

China se ha defendido ante las acusaciones de practicar una diplomacia del endeudamiento como trampa. “El nivel de deuda en esos países ya era muy alto en el pasado. Otros países están muy endeudados porque han estado tomando préstamos de otras naciones e instituciones financieras internacionales”, sostenía esta semana Ning Jizhe, vicepresidente de la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo. “China ha llegado más tarde. No es el principal acreedor”.

África ha abrazado de buena gana los créditos chinos: ha recibido 136.000 millones de dólares en préstamos chinos, tanto soberanos como comerciales, según el proyecto estadounidense Iniciativa de Investigación China-África (CARI). Aunque este proyecto encuentra que la proporción de deuda en manos chinas es relativamente reducida en la mayoría de los países de la región, en tres casos —Zambia, Congo y Yibuti—, los créditos chinos contribuyen significativamente al riesgo. Yibuti, que acoge a la primera base militar china en el exterior, ha visto dispararse su deuda pública del 50% al 85% en solo dos años.

China se ha defendido ante las acusaciones de practicar una diplomacia del endeudamiento como trampa. “El nivel de deuda en esos países ya era muy alto en el pasado. Otros países están muy endeudados porque han estado tomando préstamos de otras naciones e instituciones financieras internacionales”, sostenía esta semana Ning Jizhe, vicepresidente de la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo. “China ha llegado más tarde. No es el principal acreedor”.

El País