Dar la vida por resolver el enigma de la vida en el ADN: a 100 años del nacimiento de Rosalind Franklin

Eduardo Vázquez Reyes 

La ciencia y la vida ni pueden ni deben estar separadas. Para mí, la ciencia da una explicación parcial de la vida. Tal como es, se basa en los hechos, la experiencia y los experimentos…
Estoy de acuerdo en que la fe es fundamental para tener éxito en la vida, pero no acepto tu definición de fe, la creencia de que hay vida tras la muerte.
En mi opinión, lo único que necesita la fe es el convencimiento de que esforzándonos en hacer lo mejor que podemos nos acercaremos al éxito, y que el éxito de nuestros propósitos, la mejora de la humanidad de hoy y del futuro, merece la pena conseguirse.

Rosalind Franklin

Como muchas veces ocurre en el escenario del reconocimiento científico y tecnológico, de acuerdo con lo que la historia de la ciencia nos ha legado, los intereses académicos y la apropiación de ideas sin otorgar el mérito y crédito correspondiente a quienes las gestaron a pesar de las peripecias y adversidades es algo que no puede faltar en el contexto de descubrimiento. La carrera por dar cuenta de la estructura de la molécula que contiene la información genética de los seres vivos −Ácido Desoxirribonucleico (ADN) −, no fue la salvedad. El hoy canónico nombre de Rosalind Elsie Franklin sufrió tales avatares de este quehacer, sin embargo de no haber existido en aquellos postreros años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) difícilmente tendríamos tanta nitidez como la que hoy afortunadamente esta ante nuestros ojos y que fue punta de lanza para los estudios contemporáneos relacionados con biología molecular, genética y en especial la línea de investigación sobre virus, como el que nos encontramos atravesando a nivel global y cuya solución se espera con toda la avidez posible en el ser humano.

Sí, una científica que, como se ha llegado a afirmar en otros linderos más allá del título de este artículo, dio la vida por descubrir el enigma de la vida. La comunidad científica, no obstante, no le hizo justicia en su debido momento, es decir, en las publicaciones de prestigio de la época, como la revista internacional Nature o la entrega del Premio Nobel de Medicina en torno al estudio de la estructura del ADN (recibido por James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins), sitios en los cuales prácticamente se obvió su nombre. El crédito llegó después de su fallecimiento a causa de un cáncer de ovario que, con mucha probabilidad, tuvo origen por estar expuesta a rayos X en el laboratorio sin las más mínimas garantías de protección en su vida laboral y académica.

Franklin, de familia judía, nació el 25 de julio de 1920 en Londres. Tuvo una educación científica temprana en colegios de prestigio, los cuales destacaban por tener un enfoque transversal e interdisciplinario. Durante este tiempo, cursó una estancia en Francia. Poco después regresó a Inglaterra para ingresar a la Universidad de Cambridge a la edad de 18 años y estudiar química como parte de las ciencias experimentales con el apoyo tanto moral como financiero de una de sus tías a raíz del rechazo rotundo que su padre tenía por la carrera que había elegido. En el año 1941 se graduó y decidió encaminarse a estudios doctorales, pero el panorama bélico de esos años modificó en gran escala sus planes, y sus investigaciones contribuyeron al fortalecimiento de estrategias militares.

La técnica de disfracción de rayos X y la fotografía 51

De acuerdo con el National Human Genome Institute: “La molécula de ADN consiste en dos cadenas que se enrollan entre ellas para formar una estructura de doble hélice. Cada cadena tiene una parte central formada por azúcares (desoxirribosa) y grupos fosfato. Enganchado a cada azúcar hay una de las siguientes 4 bases: adenina (A), citosina (C), guanina (G), y timina (T). Las dos cadenas se mantienen unidas por enlaces entre las bases; la adenina se enlaza con la timina, y la citosina con la guanina. La secuencia de estas bases a lo largo de la cadena es lo que codifica las instrucciones para formar proteínas y moléculas de ARN”.  Esta es la información que se tiene al alcance gracias a los estudios realizados por Franklin durante la segunda mitad del siglo pasado.

Franklin implementó la técnica de difracción de rayos X, lo cual la convirtió en una pionera en el uso de este tipo de métodos, mismo que tiene su origen a principios del siglo XX y su función radica en el tránsito de estos rayos a través de la molécula hasta tener una placa fotográfica. Con esta novedad y con la influencia de los científicos Adrienne Weill y John Randall, inició con el análisis que no tenía otro fin más que descubrir, entre otras cosas, el enigma de la vida, de la existencia de los seres: la estructura del ADN.

Con esta técnica se avanzó más en el estudio del ADN, inclusive se llegaron a escenarios antes impensables en aquella época, en ese periodo de la historia de la ciencia, pues se dejaron ver características antes desconocidas en dicha estructura, con lo que Franklin visualizó una doble hélice en el ADN. Fue la famosa fotografía número 51 la que dio las herramientas para este progreso en la concepción científica de la química y la biología.

Pero el crédito de Franklin no vio la luz tal y como ella y su equipo esperaban, dado que  esta imagen la obtuvo Maurice Wilkins, compañero de Franklin, quien se la mostró a James Watson y a Francis Crick, sin autorización de la misma Franklin, los cuales agregando a sus investigaciones en la materia se adelantaron a publicar estos resultados en Nature, dejando al margen y en la periferia del reconocimiento epistémico el trabajo de la científica.

Al respecto, Eduardo Angulo, señala en la revista Mujeres con ciencia lo siguiente: “Fue también Wilkins quien, en los meses siguientes, fue enseñando a Watson y Crick imágenes de ADN tomadas por Rosalind Franklin, rara vez con su permiso y la mayor parte de las veces sin que ella lo supiera. En febrero de 1953, vieron tres imágenes y, entre ellas, la famosa fotografía número 51. Para entonces, Watson y Crick llevaban más de un año sin conseguir nada positivo. La número 51 la habían conseguido Franklin y Gosling en mayo de 1952 y, años después, Watson recordaba lo que sintió cuando la vio: En cuanto vi la foto quedé boquiabierto y se me aceleró el pulso. Por lo que se sabe, Rosalind Franklin nunca se enteró”.

La historia de Rosalind Franklin y su desafortunado momento en la historia de estos estudios se suma a la de tantas figuras que no tuvieron el reconocimiento que merecían en su instante de apogeo en la senda del saber, pero que el tiempo y solo este ha colocado las cosas en su preciso lugar y hoy en día y en este su centenario sabemos la base y las consecuencias de la obra científica de esta autora que sentó las principales líneas de investigación para la posteridad al respecto del enigma de los seres vivos.

Lecturas sugeridas para mayor información

https://mujeresconciencia.com/2014/05/09/el-caso-de-rosalind-franklin/

http://www3.uah.es/chemevol/index.php/2019/12/05/rosalind-franklin-y-la-historia-del-descubrimiento-de-la-estructura-del-dna/

https://www.genome.gov/es/genetics-glossary/ADN-acido-Desoxirribonucleico

https://www.fisic.ch/contenidos/ondas-y-la-luz/difracci%C3%B3n-de-la-luz/