Vandalismo absuelto

Héctor Aguilar Camín

Algunos estudiantes de la Normal de Ayotzinapa nos recordaron en una jornada reciente que siguen teniendo entre sus usos y costumbres la violencia, el secuestro de autobuses y el robo de cuotas de carreteras, cuyas plumas levantan para cobrarle directo a quien pasa.

La semana pasada una partida de ayotzinapos lanzó contra la Guardia Nacional y contra una caseta de la autopista a Acapulco un megatransporte de mercancías, sin chofer ni frenos, para que destruyera lo que se cruzara.

Sería absurdo decir que la Normal es un espacio delincuencial. Por su mayor parte es una escuela de buen rendimiento, a lo largo de los años, para sus estudiantes y para las comunidades de bajos recursos que encuentran en ella un camino para sus hijos.

Pero es imposible negar que se han aclimatado en la Normal prácticas de delito puro, como secuestrar camiones y choferes, y robar casetas de peaje. Y algo peor: hay miembros de grupos criminales incrustados en la institución que conectan a sus estudiantes con redes del crimen organizado del estado.

Parte de la Normal de Ayotzinapa puede estar en manos de criminales ignorando que lo están, como dijo con perspicacia el presidente López Obrador.

Este fue uno de los puntos que nunca quedó claro en la investigación de la muerte de los 43 estudiantes de esa Normal en la siniestra noche de Iguala de 2014.

Una de las posibles causales de la tragedia fue que miembros de los normalistas que fueron ese día a Iguala hubieran sido confundidos con agentes de una banda de narcotráfico enemiga. O que lo fueran.

Las dos entidades que quedaron fuera de la investigación penal de aquellos hechos en 2014 fueron el Ejército y la propia Normal. Nadie investigó bien lo que había pasado en esos espacios aquella noche.

No sé si se están investigando ya, en la reposición de los hechos prometida por este gobierno, con tan pobres resultados hasta ahora.

Por lo pronto, dice bien Gil Gamés, no se vale que los normalistas vandálicos reciban comprensiones absolutorias del gobierno, y los periodistas sólo diatribas.

Milenio