Un pueblo indignado por el feminicidio de Lefni

Héctor De Mauleón

La velaron el viernes. Al día siguiente el féretro fue conducido por las calles de Almoloya del Río, en el estado de México. Había mariachis, globos, flores, cartulinas. Su madre estaba destrozada:

“La recordaré como si se hubiera casado y no la dejé en su última morada”, dijo con la voz quebrada.

El martes 22 de febrero, Lefni Neftalí Martínez Colín salió rumbo al negocio de videojuegos en el que trabajaba desde hacía apenas un mes.

Al salir le llamó a su madre para decirle que iba a recoger una ropa que había comprado por internet. Así que no pasó por la ruta habitual.

“A la niña le pasó algo”, dijo una de sus tías cuando cayó la noche y Lefni no llegó.

“No era de andar en la calle”, explica Lidia Martínez, la tía de la joven.

Salieron a buscarla por Almoloya, Santiago Tianguistenco, y los alrededores. Vecinos y conocidos colaboraron en la búsqueda.

“Jamás la encontramos”, relata la señora Martínez.

La familia acudió al ministerio público de Santiago. Se le canalizó al Programa para la Búsqueda y Localización de Personas Desaparecidas, no Localizadas, Extraviadas o Ausentes.

La ficha de búsqueda se emitió el 23 de febrero. Señalaba que Lefni había sido vista por última vez en Canal del Norte, en el centro de Almoloya del Río, y que iba vestida con pantalón de mezclilla de color negro deslavado, una chamarra de gamuza de color café y unos tenis azules. Se activaron la alerta Odisea y el Protocolo Alba.

Conocidos de la joven revelaron que fueron a preguntar por ella a casa de su novio, y que este no los dejó pasar, aunque alcanzaron a ver dentro de la casa una chamarra que supuestamente pertenecía a la muchacha desaparecida. Esa información se encuentra ya en manos de las autoridades.

Se supo también que el novio de Lefni pidió acceso a las cámaras de seguridad de una casa por la que era probable que esta hubiera pasado. Alegó que estaba desesperado porque no hallaba a su novia.

El jueves 26, el cuerpo de una mujer, metido en bolsas de plástico, apareció en el basurero de Santiago Tianguistenco. Estaba maniatado y presentaba signos de violencia. La imagen circuló vía Facebook entre los vecinos: “Apareció una persona muerta en Almoloya del Río”.

Para la familia fue un momento devastador. Pero quedaba una esperanza.

“No nos la dejaron ver. Tuvimos que ir a Toluca a reconocerla. Yo no me sentí con valor para entrar personalmente y tuve que identificarla en foto”, dice Lidia Martínez, casi sin poder hablar, con solo un hilacho desgarrado en vez de voz.

Agrega:

“Fue horrible. Horrible. No puedo describirle en qué estado estaba la niña…”.

Lefni tenía 18 años. Acababa de ingresar a la carrera de Derecho. Soñaba con ser aeromoza. “Yo hubiera preferido estar en su lugar”, dijo su hermana Monse.

Relata su tía:

“No sabemos cómo fue que pasó esto. Ella no se metía con nadie. No tenía enemigos. Nuestra familia no tiene enemigos. Y aunque ella era muy bonita, no despertaba envidias, porque su era carácter era el de una persona amable. Lo que puedo decirle es que ella era una niña. De verdad, era solo una niña. No se merecía lo que le hicieron”.

El domingo 27 emergió la indignación de un pueblo: cientos de personas marcharon en Almoloya, para exigir el castigo de quienes hicieron esto. #JusticiaParaLefni y “Somos el grito de las que ya no están”, se leía en las cartulinas.

Era algo que no se había visto jamás. “Ella lo provocó”, dice su tía. “Ojalá sirva para que a nadie más vuelva a pasarle esto”.

El Estado de México cerró 2021 con el mayor número de feminicidios en el país, 130. Solo en enero de 2022 se perpetraron 14, la cifra más alta en los últimos cinco años.

El Universal