Tampoco

Macario Schettino

Habíamos dicho en estas páginas que el Presidente tiene dificultades con muchos temas, y una visión limitada. Pensábamos que si bien su desempeño en economía, relaciones internacionales, política social y administración pública era deficiente, no había duda de su conocimiento y habilidad en materia política. En una frase, decíamos que lo que entiende y hace bien es el ejercicio del poder político.

La semana pasada, participando en un foro de EL FINANCIERO TV, con Enrique Quintana, Salvador Camarena y Federico Berrueto, caí en cuenta de que estaba equivocado. En realidad, el desconocimiento y limitaciones del Presidente son más amplios de lo que yo pensaba. Tampoco entiende de política, concluí en la semana.

Se trata de una afirmación muy aventurada. Decir que el presidente de la República no entiende de política parece un gran absurdo, pero muchos decían lo mismo de Vicente Fox. En el caso presente, sostener que la persona que ha ganado la presidencia con mayor claridad, y que tuvo desde antes del inicio de su gobierno un control total de la política nacional simplemente no ha sabido utilizar esos recursos, de entrada suena absurdo.

Sin embargo, creo que precisamente ahí se explica mi afirmación. Contaba con mayoría calificada en la Cámara de Diputados y se quedaba corto por poco en el Senado, 21 congresos locales, mayoría absoluta en su triunfo electoral, y ¿qué hizo con eso?

Ha destruido buena parte de lo que habíamos levantado en los 25 años previos, sin duda, pero no ha logrado construir nada a cambio. Hoy mismo, nada de lo que ha hecho tiene posibilidad de sobrevivir. No se usa, ni se usará, su aeropuerto, y lo mismo ocurrirá con Dos Bocas y el Tren Maya. No tiene control de lo que está ocurriendo en educación, ya no puede el gobierno mexicano dar cobertura en servicios de salud, no tenemos abasto suficiente de energéticos, se ha perdido la posición de México en el mundo. Pero, usted dirá, ya habíamos dicho eso, y no explica por qué la afirmación de que tampoco entiende de política.

Quienes piensan lo contrario suelen usar la popularidad como evidencia, pero ésa es una medida poco reveladora, y menos cuando casi no se hacen encuestas, como ha ocurrido en el sexenio. Más que la popularidad, lo que importa es el apoyo al gobierno y, en esas mismas encuestas, se ha desplomado.

El Presidente no entiende de política, digo yo, porque es muy claro que no ha sabido construir una fuerza creciente, o al menos consolidada, que le permitiera impulsar su proyecto, si éste existe. Por el contrario, en su afán de concentrar el poder en su persona, le ha impedido a Morena convertirse en un partido político real, ha eliminado los canales de intermediación con la sociedad y ha cosechado derrotas en las urnas. Perdió la elección intermedia, y desde entonces no le es posible controlar a los diputados; perdió sus dos consultas, la referida a expresidentes y la propia, en las que no tuvo respaldo popular relevante; y ha perdido ya cualquier posibilidad de modificar la Constitución. No tiene nada, a pesar de haber tenido tres años de poder absoluto.

No tiene capacidad de respuesta: al abrir la sucesión en reacción a su derrota en las intermedias, agilizó su pérdida de poder, y la elegida no pudo capturar parte de esas pérdidas. Ahora inventa otra opción, cuando ya ha polarizado tanto que ni siquiera hay posibilidad de diálogo, justo lo que este nuevo precandidato debería atender.

Polarizar, cuando no se cuenta ni con un tercio de la población asegurado, no es una estrategia inteligente. Eso está haciendo. Queda entonces demostrado.

El Financiero