Películas

Macario Schettino

Hay una película que se proyectó en México con el título “Un jardinero con suerte”, aunque su título original es “Being There” (Ashby, 1970). El personaje principal, caracterizado por Peter Sellers, es un jardinero que jamás había salido de la casa en que vivió, y debe hacerlo a la muerte del dueño. Diversas coincidencias lo van llevando a convertirse en consejero de millonarios, ministros y presidentes. Sin entender lo que le preguntan, o lo que le ocurre, responde siempre con lo aprendido durante su medio siglo como jardinero. Pero, como lo dice el título original, simplemente por estar ahí, logra incluso convertirse al final en el presidente.

Bueno, no hay que menospreciar la suerte. Puede ocurrir que, de pronto, decisiones del gobierno se combinen para darle a uno un apoyo que jamás había imaginado. Suficiente para, como Sellers, convertirse en presidente. Puede ocurrir que las leyes estén escritas de forma deficiente, y manipulándolas un poco se pueda multiplicar el respaldo legislativo, digamos de 44 a 62%.

Puede pasar que llegue uno al gobierno y se encuentre con casi un billón de pesos de ahorros, que se pueden utilizar para gastar, y recibir aplausos a cambio. Como muy pocos se fijan en esas cifras, es fácil convencerlos de que uno está administrando cuidadosamente los recursos.

También puede pasar que, cuando los resultados no llegan y la popularidad se desploma, surja una pandemia que caiga “como anillo al dedo”, y permita que se le culpe a la enfermedad de los evidentes errores propios.

Se puede tener la fortuna de que, frente a esa pandemia, gobiernos poderosos decidan apoyar a su población, incluyendo a millones de compatriotas que, por eso, aumentan los envíos a sus familias. Puede ocurrir que llegue tanto dinero, y sea tan complicado el panorama global, que la moneda simplemente no se mueva, y dé la impresión de que la economía está en perfectas condiciones.

Pueden ocurrir fenómenos internacionales que eleven el precio del petróleo, y con un poco de masajeo de las cifras, se pueda convencer a todo mundo de que haberle metido billón y medio de pesos a la empresa fue una gran idea.

Pero la mayor suerte, sin duda, es contar con un equipo sin dignidad, dispuesto a hacer lo que sea por agradar al jefe; tener socios poderosos que, también ellos, cuentan con equipos similares, y son capaces de difundir las ocurrencias como si fuesen estrategias de un nivel nunca antes visto; y disfrutar de un entorno tan complicado que, frente a él, uno no parezca una anomalía, sino simplemente una curiosidad inofensiva.

Peter Sellers murió al año siguiente de la película que comentamos, y tal vez por eso no se le ocurrió a Hal Ashby solicitarle a Jerzy Kosinski, el autor de la novela original y de la adaptación al cine, una secuela. Pudo haber aprovechado la experiencia de Sellers en otros filmes, como “Dr. Strangelove”, por ejemplo, para incluir la pandemia y la invasión de Ucrania. Y les hubiera encantado poner a Chance Gardiner, el personaje de Sellers, a iluminar todas las mañanas a un amplísimo auditorio con su sabiduría simple, producto de una vida rústica, cercana a la tierra, sin afectaciones intelectuales de ningún tipo.

No sé si algún cineasta local, tal vez un productor de series de narcos, pudiera aprovechar la oportunidad. Sería muy interesante saber si la suerte del personaje es eterna, o se acaba en algún momento. Si se trata de una fortuna capaz de eclipsar todo tipo de errores, o si la acumulación de éstos la puede llevar a su fin.

Un personaje en busca de autor, pues.

El Financiero