Lección de futuro en La Habana

Héctor Aguilar Camín

El presidente López Obrador desplegó en Cuba su admiración por la grandeza de los “ideales independentistas” de Fidel Castro.

Peccata minuta, se diría, en un mundo donde Putin reivindica la grandeza de Stalin. Cada quien su dictador favorito.

Menos divertido es que López Obrador vea en las seis décadas de dictadura y decadencia de Cuba una “hazaña” de independencia y dignidad.

Atribuye todo el desastre cubano al “bloqueo” de Estados Unidos, principal origen, sin embargo, de los alimentos y las remesas de Cuba.

Para sostener su dignidad contra la “perversa estrategia” de este bloqueo: que el pueblo se voltee contra el gobierno, Cuba ha tenido que construir una dictadura.

De modo que la dictadura es la obra de la independencia y la dignidad del pueblo cubano, y la bondad de la dictadura se prueba con su propia existencia.

Bonito silogismo, pero no: No puede haber dignidad ni independencia donde no hay libertad.

El mandatario mexicano se fugó luego al futuro. Propuso “construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra realidad y a nuestras identidades”.

Buena idea, salvo que la noción clave de la Unión Europea es el compromiso democrático que no acepta dictaduras, por latinoamericanas o identitarias que sean.

López Obrador dijo también a sus amigos cubanos que era hora de terminar la confrontación y el choque, mediante la fórmula sugerida por Martí: “con el exquisito tacto político que viene de la majestad del desinterés y de la soberanía del amor”.

Ningún político de ninguna estatura podría practicar esas palabras sin cavar su ruina.  Al oírlas, Fidel sonrió en el infierno, López Obrador dentro de sí y Martí no sé, pero a Martí lo mataron, se recuerda, con el primer tiro de su primera batalla.

La sugerencia final del mexicano para La Habana fue renovarse, hacer una “revolución en la revolución”.

Este título de un libro de Régis Debray quería decir entonces, 1965, que había una nueva manera de hacer revoluciones: con focos guerrilleros a la cubana.

Algún memorioso habrá pensado que López Obrador invitaba al pueblo cubano a subirse de nuevo a la sierra, empezar una guerrilla y derrotar a la dictadura de Díaz-Canel, como hizo Fidel con la de Batista.

Milenio