Los amigos

Macario Schettino

Este domingo tendremos elecciones en seis estados de la República. Para Morena, será la oportunidad de mejorar un poco en la imagen pública, después de un año de malos resultados electorales. Hace justo un año, fue ampliamente derrotado en la elección federal, y su coalición perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Incluso, sin el Partido Verde (que usted ya sabe cómo es), la coalición presidencial no alcanza ni siquiera mayoría simple.

En esa elección, sin embargo, Morena ganó una gran cantidad de elecciones estatales, y eso fue lo que optó por celebrar. La mayoría de las entidades que ganó ya las había ganado en 2018, y por eso tenía el control del Congreso local, y se trató entonces sólo de refrendar su primer lugar (no necesariamente mayoritario) en cada una de ellas. Adicionalmente, los amigos del Presidente, a los que fue a visitar este fin de semana, le ayudaron a ganar todas las entidades del Pacífico, no siempre de manera civilizada. Parece que por eso pasó a verlos ahora, porque en Durango pueden perder, y los amigos podrían revertir esa tendencia.

Después de la elección intermedia, tuvimos dos votaciones más. En agosto, para ver si se debe juzgar o no a los expresidentes (algo absurdo, porque no depende del voto popular); en abril, para ver si el Presidente debe seguirlo siendo (algo absurdo, porque tampoco había necesidad de preguntar). En ambos casos, la ciudadanía no tuvo mayor interés en asistir. En la segunda, a pesar de todo tipo de trampas por parte de Morena, desde publicidad hasta acarreo, pasando por amenazas y engaños, apenas 15% de los potenciales votantes quiso asistir.

Este último evento fue un error particularmente serio del Presidente, porque no tenía necesidad de mostrar su debilidad, como ocurrió. No sé si pensaba que podía obtener más votos que en 2018, pero eso era imposible. Obtuvo la mitad, distribuida de manera muy similar a la votación que obtuvo en 2006, confirmando su voto duro, que parece ser lo único que tiene ya.

Tal vez por eso las agresiones a los árbitros electorales van creciendo. En la Ciudad de México, el porro Martí Batres, encargado de gobernar la ciudad mientras la jefa de Gobierno hace campaña para 2024, promovió el debilitamiento del instituto electoral a través del Congreso local. Ignoro si eso puede recurrirse en tribunales, como tantos otros abusos de Morena que han sido detenidos en la Suprema Corte, pero eso es lento y complicado.

Por el momento, este proceso electoral nos anuncia claramente cómo será el camino a 2024. El Presidente, que nunca pierde una elección, porque o gana o dice que se la robaron, actuará como es su costumbre. Para reducir el riesgo de no ganar, tratará de debilitar al árbitro todo lo posible, hará uso de todo tipo de amenazas, acarreos, engaños, y también pedirá ayuda a sus amigos.

Este último punto es difícil de analizar, porque esos amigos suelen tener intereses locales, y por eso intervienen en las elecciones de gobernador, alcaldes o diputados locales. Pero a nivel nacional hay muchos grupos diferentes, con intereses contrapuestos, y es una arena que no es la suya. Tal vez estén ya pensando en subir de categoría, pero de verdad lo veo complicado.

Sin embargo, Morena tiene muy difícil la elección nacional. No hay candidatos atractivos, no han servido los programas de reparto, no hay grandes proyectos que celebrar, y si la economía sigue deteriorándose, como parece, en una elección limpia perdería por amplio margen. Por eso no la quiere limpia. Pero hay niveles de mugre, e invitar a los amigos sí es algo inusitado. Confío en que no sea el caso.

El Financiero