Se agotan las políticas fiscal y monetaria para crecer: Carstens

Las políticas fiscales y monetarias han agotado gran parte de su poder para apuntalar el crecimiento económico en el mundo, por lo que hay que pasar la estafeta a las políticas estructurales, éstas que han estado ausentes durante muchos años, pero ahora son más importantes que nunca, advirtió Agustín Carstens, director general del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por su sigla en inglés).

“Debemos aceptar la realidad. Si queremos tener un crecimiento económico resistente, acelerado y sostenible en el futuro, con más oportunidades para todos, tenemos que depender menos de los poderes curativos de las políticas fiscales y monetarias”. Las reformas estructurales “son más difíciles de aplicar, tanto política como técnicamente, pero no hay que dar una patada a la lata para siempre”, puntualizó Cartens, en el marco de la asamblea general anual del BIS.

Un endurecimiento monetario moderado podría limitar la demanda y hacer bajar la inflación sin que se produzca una gran contracción económica. Sin embargo, si los choques adversos persisten y la demanda agregada no se desacelera lo suficiente como para aliviar las presiones sobre los precios, será necesario un mayor endurecimiento y será inevitable un dolor añadido, reconoció el banquero.

De acuerdo con el director general del BIS, los bancos centrales deben subir las tasas de interés “rápida y decisivamente” para evitar que la alta inflación se convierta en un problema persistente por un periodo prolongado.

Y es que los factores que han pesado sobre la tendencia actual de la inflación siguen actuando: el incremento de los precios de las materias primas, la fuerte demanda de bienes con la consiguiente tensión en las cadenas de suministro, las sanciones y los cuellos de botella en los principales insumos, el robusto crecimiento en muchas economías avanzadas con tasas de interés reales todavía negativas y mercados laborales muy ajustados.

Carstens explicó que a medida que los aumentos de precios se hacen más evidentes, los trabajadores se esfuerzan más por recuperar el poder adquisitivo perdido, tanto real como futuro; mientras las empresas tratan de protegerse de los recortes de beneficios. Esta combinación puede conducir a espirales de precios y salarios y hacer más probable la transición a un régimen de alta inflación.

“Las luces se encienden en rojo. El crecimiento salarial ya está en una trayectoria ascendente en algunos países. En muchos, el grueso de las renegociaciones salariales está aún por llegar. Ya han surgido demandas de compensación por pérdidas pasadas, indexación y vuelta a la negociación salarial centralizada”, contextualizó.

Asimismo, subrayó Carstens en su discurso, a las empresas les resulta más fácil traducir el aumento de los salarios en un aumento de los precios, dada la generalización de las presiones sobre los precios y la resistencia de la actividad económica.

La Jornada