Memoria guadalupana

Héctor Aguilar Camín

12 de diciembre: Día de guardar, Día de recordar. Vuelvo aquí a un pasaje de la historia guadalupana.

Entre 1867 y 1877, años de la victoriosa y laica República Restaurada, años juaristas, el culto guadalupano estuvo a punto de desaparecer en México.

La Virgen Morena renació de sus cenizas por la acción de sus pastores eclesiásticos y por la restauración religiosa de la época porfiriana. Pero estuvo en trance de desaparecer.

Tanto el auge como la crisis del guadalupanismo en el siglo XIX están unidos a la figura del obispo de Puebla, Antonio Pelagio de Labastida y Dávalos, infatigable campeón de la Guadalupana, junto con el papa Pío Nono, creador de los cultos marianos en la resaca antirreligiosa de la Europa posterior a las revoluciones de 1848.

La Virgen de Lourdes marcó el camino a seguir para los marianistas con su oportuna aparición en 1858. Labastida reencendió la cruzada de su virgen nativa, la Guadalupana, cuya poderosa historia aparicionista ganó terreno y fue ejemplo en la renaciente cristiandad mariana.

Labastida cometió el error, sin embargo, de aceptar la Regencia política del imperio de Maximiliano, puesto al que renunció meses después, cuando el emperador decidió no restituir a la Iglesia los bienes eclesiásticos confiscados por las Leyes de Reforma, en 1858.

Labastida cayó en desgracia en 1867, al triunfo de las armas de la República, junto con el imperio de Maximiliano, y partió al exilio a Roma, dejando a su Virgen desamparada en tierra de jacobinos.

La Guadalupana la pasó mal esos años… Su culto se adelgazó angustiosamente.

Así lo reportó el capellán encargado del templo del Tepeyac en 1869, haciendo saber a “la Sociedad Católica de la Ciudad de México”, nos dice el historiador David Brading, “que el santuario del Tepeyac ya no contaba con fondos suficientes para mantener su colegiatura, y que de la liturgia sólo podrían encargarse uno o dos sacerdotes”. (Brading: La virgen de Guadalupe. Taurus, 2002, p. 448.)

Los fieles habían dejado de dar limosnas. Y escribió ominosamente el capellán del Tepeyac: “Poco a poco ha ido cayendo en el olvido el culto de la Virgen de Guadalupe”. 

¡En el olvido! ¡La Guadalupana!

¿Cómo se recuperó? Mañana la respuesta.

Milenio